Pero los recién llegados no vieron más que oro y plata: metales preciosos para su enriquecimiento. Con el simple objetivo de colmar las arcas del rey, asesinaron y explotaron a pueblos enteros. Esclavizaron en nombre de la civilización y le dieron marco legal a sus injusticias, ejercieron sobre los pueblos de estas latitudes las mismas ofensas que ejercían sobre los pueblos del África. Para que no queden huellas y no haya problemas, pretendieron eliminar los siglos que habían trascurrido antes de su llegada: sobre los antiguos templos, construyeron sus iglesias; sobre las ciudades, erigieron nuevas; sobre sus historias, fabricaron otras.
Quizás en ese intento de borrar la historia es que a aquel 12 de octubre lo hayan llamado “descubrimiento de América”, como si quienes vivían en este suelo no descubrieran su propia tierra a cada momento.
Probablemente sea tarea nuestra modificar ese título; recordando el genocidio, pero también rememorando los pueblos y la cultura americanos, todavía presentes. Haciendo memoria de lo que fue el cerro de Potosí, pero también del actual saqueo de nuestros recursos naturales, de la Potosí del Siglo XXI. Acordándonos del avasallamiento de Pizarro, de la reina Isabel, Américo Vespucio, exponentes del poderío español que llegó a estas tierras, pero también de Fray Bartolomé de las Casas y Atahualpa, exponentes de la resistencia a los crímenes cometidos, de la rebelión de Túpac Amaru.
Debemos borrar el 12 de octubre como el advenimiento de la civilización sobre la barbarie, dejar de ver con naturalidad la presencia de Roca y la campaña del desierto en los billetes de cien, íconos de la historia oficial, la misma historia que tapa la opresión que sigue ejerciéndose sobre Nuestra América mestiza, Nuestra Patria Grande Latinoamericana.
Por eso hoy decimos ¡Nunca Más día de la Raza! ¡No festejamos el saqueo, la violación y el asesinato! ¡Recordamos cada 11 de octubre a los que nos antecedieron en esta tierra y que enseñaron a sus hijos a cuidarla!
Pero los recién llegados no vieron más que oro y plata: metales preciosos para su enriquecimiento. Con el simple objetivo de colmar las arcas del rey, asesinaron y explotaron a pueblos enteros. Esclavizaron en nombre de la civilización y le dieron marco legal a sus injusticias, ejercieron sobre los pueblos de estas latitudes las mismas ofensas que ejercían sobre los pueblos del África. Para que no queden huellas y no haya problemas, pretendieron eliminar los siglos que habían trascurrido antes de su llegada: sobre los antiguos templos, construyeron sus iglesias; sobre las ciudades, erigieron nuevas; sobre sus historias, fabricaron otras.
Quizás en ese intento de borrar la historia es que a aquel 12 de octubre lo hayan llamado “descubrimiento de América”, como si quienes vivían en este suelo no descubrieran su propia tierra a cada momento.
Probablemente sea tarea nuestra modificar ese título; recordando el genocidio, pero también rememorando los pueblos y la cultura americanos, todavía presentes. Haciendo memoria de lo que fue el cerro de Potosí, pero también del actual saqueo de nuestros recursos naturales, de la Potosí del Siglo XXI. Acordándonos del avasallamiento de Pizarro, de la reina Isabel, Américo Vespucio, exponentes del poderío español que llegó a estas tierras, pero también de Fray Bartolomé de las Casas y Atahualpa, exponentes de la resistencia a los crímenes cometidos, de la rebelión de Túpac Amaru.
Debemos borrar el 12 de octubre como el advenimiento de la civilización sobre la barbarie, dejar de ver con naturalidad la presencia de Roca y la campaña del desierto en los billetes de cien, íconos de la historia oficial, la misma historia que tapa la opresión que sigue ejerciéndose sobre Nuestra América mestiza, Nuestra Patria Grande Latinoamericana.
Por eso hoy decimos ¡Nunca Más día de la Raza! ¡No festejamos el saqueo, la violación y el asesinato! ¡Recordamos cada 11 de octubre a los que nos antecedieron en esta tierra y que enseñaron a sus hijos a cuidarla!
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